En esta ocasión os traemos dos testimonios de dos de las voluntarias que acaban de finalizar su experiencia en Tepantlali. Además de sus reflexiones individuales, nos dejan unas palabras sobre el Centro Juvenil La Natividad
Nos llevamos mucho, pero marchamos contentas de saber que detrás del Centro La Natividad queda Martha Esther, con su experiencia, su dedicación y su paciencia para cada uno de estos niños. Responsable, cariñosa, tierna y sonriente nos ha abierto las puertas de sus niños, su centro, su casa, su familia y su corazón.
Agradecemos profundamente a este pueblo de Tepantlali por la impresionante acogida que nos han dado y en especial a Martha, Beto y Edwin, un gran ejemplo de solidaridad.
Marchar de Tepa, lugar de experiencias, acogida y profunda naturalidad.
Los momentos de ver «hacer costumbre», el brillo inocente de estos ojitos, sus más sinceras palabras y sus más cálidos abrazos, abrieron un huequito en este mi corazón.
Y es que: ¡¡»NO SE VALE»!!, el tiempo en Tepa no corre, vuela! Parece que fue ayer mismo cuando recién llegamos y ya empacamos otra vez.
Lo bueno lo que me llevo, lo que es tan grande que no me entra en la maleta: la experiencia, las personas, el altruismo y la grandeza de los más simple. Ejemplo de vida la de nuestros mixes.
Gracias Tepa por enseñarme tanto sobre lo que no necesito. Grandes corazones dentro de enormes personitas. Feliz de conocernos tepa.
He de reconocer que mi primera semana aquí… pasó lenta… parecía que el tiempo en Tepantlali no transcurría a su velocidad normal… como me equivocaba!!!
Ya ha pasado el mes completo y es hora de marchar a casa… Estoy feliz porque he podido ver como los niños han trabajado, han aprendido, han jugado…. Han sido felices! Y yo con ellos.
Los niños de Tepantlali son.. todo amor… Los hay listos, bajos, altos, graciosos, calladitos, deportistas, artistas… pero todos son cariñosos y saben expresarlo… nos llevamos miles de abrazos, besos, risas, juegos y «te quieros» que hacen que parte de mi alma se quede acá con ellos… con el firme deseo de que cada año haya cientos de voluntarios deseando venir, porque los niños nos necesitan pero nosotros, los voluntarios, los necesitamos mas.
Me llevo de aquí una lección de vida, de humildad y sencillez, de amor en su máxima expresión.