El valor de lo sencillo

Ya alcanzamos la mitad de nuestra estancia en Moatize. A nuestra llegada tuvimos una acogida abrumadora por parte de todos los meninos, tanto de la escolinha como del oratorio con los niños de la calle.

Moatize podría describirse con una palabra: ILUSIÓN.

Cuando todavía no hemos terminado de comer, ya escuchamos los gritos de los niños, llamándonos desde la valla una hora antes de comenzar el oratorio. Aquí los niños siempre tienen ganas de pasar tiempo con nosotras, ganas de brincar a cualquier juego, todo les gusta. Tienen ganas de olvidarse por un rato de que al día siguiente tendrán que ir a vender al mercado, que tienen que cuidar de sus hermanos pequeños o familiares enfermos, o que su familia está lejos en otra ciudad y están solos aquí a cargo de algún conocido. Durante el rato que están con nosotras todos los niños son iguales. Son niños con ganas de ser niños. Niños que, aunque con pocos medios y pocos recursos, son inmensamente felices. Sus sonrisas tienen un poder gigantesco, irradian felicidad y es imposible no contagiarse.

Pero no solo es ilusión. Moatize también es responsabilidad, y desde bien pequeños, cada niño tiene su rol en la familia, todos colaboran en casa de un modo u otro.

Moatize es compartir un mango o una mandarina con todos los niños que están alrededor. Moatize es imaginación.

Cuando los recursos no alcanzan, ahí está la creatividad para diseñar sus propios juguetes con un plástico y unas gomas.

Moatize es vivir el presente, día a día, sin preocuparse por lo que pueda pasar mañana, porque al final siempre sale bien.

Pero lo mejor de Moatize es dejarse sorprender por su gente, por sus historias, y dejarse invadir de su alegría infinita.