Una de las voluntarias que ha participado en el campo de trabajo de Tepantlali (México) durante este verano, nos cuenta cómo ha sido su experiencia.

Los sueños una vez cumplidos dejan de serlo, aunque no tienen por qué dejarse de vivir, y aparecen algunos nuevos.

Comenzaré por el principio… porque me hace ilusión que se puedan leer algunas de las reflexiones del viaje que realice con otro voluntario a la Sierra Mixe, en México. Hace ya unas semanas que regrese de allí, y voy a intentar trasladaros un trocito de lo vivido.

Mis amigas: ¿Por qué viajar a Tepantlali? ¿Y no te vienes con nosotras de viaje?

Mis compañeros de trabajo: ¿Te vas a Mejico? ¿y eso no es muy peligroso? ¿y gastar el mes de vacaciones en eso?

Mi familia: ¿y entonces, con la familia no vas a venir?.

Tras estas preguntas contestadas con que no es peligroso, y que otros años ya iré con familia y amigas… llego un curso de formación en el que fui conociendo a las compañeras/os que me acompañan en esta experiencia, y más concretamente a mi compañero en esta aventura.

Ya me habían hablado anteriormente de otras experiencias, y por fin este era mi año!

Llegó el viaje… que cada vez que recuerdo se vive, y que no olvidaré. Al llegar allí nos vinieron a recibir con unos abrazos que ya inspiraron confianza en mí. Al bajar del coche los niños nos recibieron con unas ganas, ilusión y sonrisas dignas de ser vistas. Ah, y no lo perdieron durante ningún momento del campo de trabajo. ¿estas personas tienen un día malo? (me preguntaba para mi).

Allí llego el adaptarse a sus costumbres, preparar actividades, fichas de refuerzo escolar, sumergirse en la vida en el pueblo, “vivir como viven” … que para nada me costó su ritmo de vida (debe ser el ”ahorita vengo”) me levantaba temprano para hacer ejercicio, luego íbamos a abrir el centro y por la tarde también, a conocer otros pueblos de la Sierra Mixe…

Los días iban pasando y yo concentrada en conocer su cultura! (cosiendo, haciendo tortillas, jugando a ponchar…) Que rápido pasan los días!

He vuelto: sabiendo convivir mejor, siendo una persona más madura sabiendo jugar cuando toca, dando más importancia a las pequeñas cosas del día a día, y con más alegría y optimismo. Si de algo me quedo de Tepantlali es con la dulzura, sensibilidad, amabilidad y ayuda de las personas que la conforman. Me han enseñado que la vida son momentos, y que están para disfrutarlos. Todo es más sencillo de lo que parece. He conocido como se trata y se cuida a la familia. Todo esto, acompañada y apoyada por las salesianas en todo momento.

El final del viaje llego: ¿vuelves o te tenemos que ir a buscar? ¿Sabes dónde esta España? Tras un viaje largo aterrizo en Madrid. Esta vez, lo veo diferente… no me parece igual… los días van pasando, y toca pasito a pasito adaptarse al ritmo de vida de aquí… No puedo contar otro viaje mejor porque estoy orgullosa del mío.

Leticia

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