A principios de agosto os contábamos cómo le iba a la voluntaria que estaba en el campo de trabajo de Namaacha, en lo que era su segunda experiencia como voluntaria internacional con VIDES. Una vez terminada la experiencia y asimilado todo lo vivido, nos deja este testimonio.
Hace 4 años cuando comencé la experiencia del voluntariado en Brasil, donde pude compartir el día a día con el pueblo de ITAQUERA, significaría el preludio hacia tierras africanas.
Cuando llevas la MISIÓN a tu día a día comprendes todas y cada una de las simientes que has ido plantando en tu vida. A través de la música de Dios, mi preciada compañera de viaje, siempre me ha hecho dar respuesta a todas estas experiencias vividas.
Soy una persona que habla mucho, jajaj, pero no especialmente para vender su vida, como ocurre en estos tiempos, sino que me gusta vivir y compartir, ampliando nuevos horizontes y aprendiendo y enriqueciendo el don preciado de la vida.
La primera experiencia en África, Moatize, me provocó una explosión de sentimientos, que me cambió enormemente en muchos ámbitos de mi existencia. Agradecida por todo lo vivido allí, nunca cerré las puertas a volver allí, pues algo casi inexplicable me mantenía unida a su cultura, tradición y sobre todo a su VIDA.
A lo largo de estos años he tenido otras experiencias de voluntariado dentro de España, pues no hace falta irse muy lejos para COMPARTIR con los más necesitados como decía Don Bosco. Acredito pues, que no es el voluntario el que va a aportar experiencias de vida, sino que es el voluntario el que recibe en todo momento grandísimas experiencias. Y es la convivencia diaria cuando te das cuenta de que cuando menos tienes, más se da. Y en mi caso, cuando te acostumbras a vivir en lo sencillo, valoras todo mucho más y tu mirada hacia el mundo cambia
Pasión y entrega por todo lo que hago, me ha traído mucho sufrimiento en esta vida, pero la lealtad, la alegría y la fe, valores con los que me siento muy identificada del pueblo africano, me han enganchado completamente a sentirme como pez en el agua en estas tierras.
Pero fue el pasado mes de Marzo, cuando al finalizar el Congreso de Música e Iglesia en la Ciudad del Vaticano, en donde tuve la enorme suerte de recibir la bendición del papa Francisco, sentí en mi interior que el momento de regresar a África era este verano.
En esta ocasión el destino y los compañeros eran diferentes. La labor volvía a ser a nivel educativo y de oratorio al más puro estilo salesiano, a través de talleres manuales, de música y de otras muchas disciplinas. Con la enorme suerte de que en Namaacha podía compartir casi las 24 h del día con las niñas internas. Una mejor manera de conectar con sus historias personales. Las irmas han sido un enorme apoyo y familia en esta nueva misión, junto a las voluntarias de otros países que allí residían. Insertada también en el día a día del ritmo de la familia salesiana en la provincia de Maputo, sigo llevándome el mismo aprendizaje que me traje la primera vez que pisé tierras africanas:
Seguir disfrutando de lo pequeño y sencillo, pues es lo que te hace vivir en grande.
Que la melodía de Dios siga sonando en nuestras vidas.