Una de las voluntarias que estuvo en Tepantlali durante el mes de julio repetía experiencia, puesto que ya participó en el verano de 2016 en nuestros campos de trabajo. Tras las vivencias de este verano, nos deja las siguientes palabras:
“ No podemos hacer grandes cosas, pero sí cosas pequeñas con un gran amor”
Desde esta perspectiva y con el bellísimo recuerdo de la experiencia, vuelvo a pasar por el corazón, la experiencia en Tepantlali de este verano.
Un reencuentro lleno de gozo, entrañable, sincero; encontré sus manos y brazos abiertos para abrazar y acoger; sus miradas transparentes y sus sonrisas amplias para expresar los sentimientos, que de nuevo, han hecho renacer y transformar en VIDA compartida y agradecida. Las pláticas, la comida, las tradiciones, la familia, la cooperación y la amistad…..hasta esa lluvia que nos moja a todos por igual: todo esto y más, me han hecho sentir que estas personas forman parte de nuestra vida “VIDES”, que son nuestra familia. Destaco, en esta ocasión, lo sencillo de las cosas y la intensidad con la que se pueden vivir esas pequeñas cosas. haciendo de cada instante como, si de verdad “ no hubiera otra cosa más importante que ESTAR, DISFRUTAR DE LA VIDA DE LAS PERSONAS POR LO QUE SON Y POR LO QUE SIGNIFICAN. Especialmente el reencuentro con los niños y niñas ha sido precioso, emocionante, maravilloso.
Un compromiso, plasmado en la segunda fase del Proyecto del Centro Infantil y Juvenil, “la Natividad”. Una construcción que con el esfuerzo de muchas personas a través de campañas, almuerzos solidarios, rifas, loterías, tenderetes etc…se ha conseguido realizar ampliando espacios para los jóvenes y Voluntarios y Voluntarias.
Un nuevo reto se presenta, una ilusión nueva: ver crecer la vida de muchos niños y jóvenes, que junto con los Voluntarios que siguen dando lo mejor de sí, se puede seguir haciendo realidad aquello en lo que creemos y nos une: UN MUNDO MÁS HUMANO Y SOLIDARIO HECHO DE DIVERSIDAD, SERVICIO, ENTREGA, IDENTIDAD, ALEGRÍA, SENCILLEZ Y TRADICIÓN.