En el verano de 2017 hemos llevado a cabo por segundo año, una experiencia piloto de campo de trabajo en Europa, concretamente en Sicilia (Italia).
Como el resto de campos de trabajo, se realiza en red con una comunidad de salesianas que ya tienen un programa socioeducativo en marcha en la zona, pero esta vez las personas beneficiarias del campo de trabajo son jóvenes migrantes que han llegado a Europa buscando una vida mejor. Esto es lo que nos cuentan las dos voluntarias que estuvieron en la casa de acogida para migrantes:
Este verano hemos repetido la experiencia de voluntariado en Cammarata, tal y como hicimos el verano pasado.
Al repetir experiencia, muchas cosas ya las conocíamos de antemano: los horarios, las Suores, la casa… Fuimos un poco pensando que repetíamos… y no fue así! Se trató de una experiencia totalmente diferente en un sitio que conocíamos.
Así en resumen: La Comunidad Salesiana de Cammarata ubicada en un castillo (¡sí! ¡Un Castillo literalmente!) lleva una casa de acogida para menores no acompañados que llegan desde Libia por mar. Actualmente viven 11 chicos de Ghana, Gambia, Nigeria, Mali, Costa de Marfil, Guinea Conakry y Bangladesh…donde forman una gran familia que no entiende de colores, países, religiones ni lenguas. Los chicos no eran todos los mismos que los del verano anterior ya que algunos ya han cumplido la mayoría de edad y han dejado la casa dejando así, la posibilidad de que nuevos chicos entren a la casa.
Nuestro día a día era muy sencillo: estar con ellos, vivir, compartir, reír… y sin querer, hacerles olvidar por unos segundos lo difícil que es la situación en la que se encuentran. Con los chicos que conocíamos sabíamos en qué podíamos ayudarles más, y con los nuevos había que volver a “investigar” y a ganar su confianza paso a paso.
Este agosto ha hecho MUCHÍSIMO CALOR y hemos ido buscando el fresquito por todas partes: en la playa, la piscina, excursiones o… en el suelo de la iglesia!
Por las mañanas hacíamos actividades manuales ya que sabíamos que eran unos artistazos y unos cocinillas! Por las tardes, con un pequeño grupo, hacíamos informática y guitarra. Después de la merienda, intentábamos leer y hacer alguna cosita de deberes de italiano. Cuando el calor nos dejaba respirar, descubrimos que pasear por la carretera era genial y podíamos disfrutar de unas vistas increíbles. También hemos podido disfrutar de la compañía y juegos de los peregrinos de la Magna Via Francigena que se hospedaban en el castillo.
Hemos tenido la suerte de poder preparar y celebrar los 50 años de salesiana de Suor Giosseppina, de demostrarles que todos estamos capacitados para arreglar las vallas del campo de fútbol o cuidar del huerto (y acabar improvisando una tomatina y una guerra de agua!).
La gratificación en esta experiencia ha sido el poder compartir con ellos el día a día. Aprender nosotras de su forma de hacer y pensar, de sus historias, y aprender ellos de nosotras a entender “el mundo europeo”.
Es difícil describir las sensaciones que nos crea esta experiencia, pero se resumen en cariño, lucha, cambio constante y no dejar de aprender!
Ahora tenemos más hermanos, más sonrisas y más motivos para seguir luchando y denunciando las injusticias que hay en el mediterráneo.